PERDONAR

EL PERDONAR NO ES: Perdonar no es justificar un comportamiento negativo. Tampoco es aprobar o defender la conducta que nos hizo daño. No excluye que tomemos medidas para cambiar una situación o proteger nuestros derechos. Perdonar no es hacer como que todo va bien cuando sentimos que no es así. A veces, nos cuesta trabajo distinguir la diferencia entre perdonar de verdad y negar o reprimir el enojo y el dolor. De hecho, no podremos perdonar si negamos o ignoramos nuestra molestia. Perdonar no es adoptar una actitud de superioridad. Si perdonamos a alguien porque le tenemos lástima, podemos estar confundiendo el perdón con la soberbia. Perdonar no exige que nos comuniquemos verbal y directamente con la persona que hemos perdonado, no es preciso ir y decirle "te perdono", aunque esto puede ser una parte muy importante del proceso de perdonar. A veces, sólo se requiere de una percepción distinta, de que veamos las cosas bajo otro lente, quizás el del otro. Sería recomendable que consideráramos de otra manera a las personas y a las circunstancias que creemos que nos han causado dolor. Con frecuencia, con nuestra actitud, la otra persona puede advertir el cambio que se ha producido en nuestro corazón. Una sonrisa franca y abierta al saludar o una pregunta cariñosa, podrían ser una buena forma de acercamiento. ¡Qué bien nos sentimos cuando logramos vencer el orgullo y perdonamos!. En algunas ocasiones, es necesario que el perdón quede como una opción secreta. Puede ocurrir en aquellos casos en los que sentimos mucha furia o cuando nos resulta imposible comunicarnos con nuestro agresor. No cabe duda de que el perdón más difícil de conseguir es el que debemos aplicar hacia nosotros mismos. ¿Cuántas veces llevamos nuestras culpas, o nuestros errores, como una carga que nos limita y aprisiona?.